ACANTHUS

El tercero de los órdenes griegos fue también el último en aparecer (s. IV a. C.). Los primeros ejemplos documentados del uso del corintio están (internamente) en el Templo de Apolo Epicuro en Bassae y en la Linterna de Lisícrates en Atenas. El corintio no era un sistema estructural, como los órdenes dórico y jónico, sino puramente decorativo y su efecto se debía casi por completo a su elaborado capitel floral.
Este capitel fue un diseño del escultor ateniense Calímaco, según Vitrubio, y, en su forma original pudo haberse trabajado en bronce. Aparte de este capitel, el resto de los elementos se tomaron prestados del orden jónico. En el periodo Helenístico, y de forma gradual, el corintio comenzó a desarrollarse pero fueron los romanos los que unieron los elementos y lo perfeccionaron. Vitrubio declaró que el orden corintio imitaba la “gracilidad de una doncella”, el efecto del conjunto es de elegancia y belleza.

De profundo simbolismo, el acanto es una planta cuyo nombre proviene del griego “akantha” (espina), que representarían las dificultades de la vida, aluden al triunfo sobre las adversidades. En Grecia, el acanto tenía un carácter funerario y sus hojas decoraban las tumbas y mausoleos, representando la inmortalidad, la permanencia del recuerdo siempre vivo más allá de la muerte. En este contexto, sus hojas están por encima de otras caducas o perennes. Al ser talladas en piedra, se convierten en inmortales. Las hojas espinosas de acanto nos revelan que las dificultades se terminan convirtiendo en escalones hacia lo más alto y que detrás de toda prueba hay una oportunidad.

Dicen que el descubrimiento del capitel corintio fue así: una muchacha de Corinto, ya de cierta edad para contraer matrimonio, falleció a causa de una enfermedad. Después de sus exequias, su nodriza recogió unas copas que le gustaban mucho a la muchacha cuando vivía y las puso todas juntas en un canastillo de mimbre, que llevó a su sepulcro; las colocó encima y con el fin de que se mantuvieran en buen estado durante mucho tiempo, las cubrió con unas tejas. Casualmente colocó el canastillo sobre la raíz de un acanto. Con el tiempo, las raíces del acanto, oprimidas por el peso, esparcieron en derredor sus hojas y sus pequeños tallos, al llegar la primavera; sus tallos crecían en torno al canastillo y por los lados salían al exterior bajo el peso de las tejas, lo que obligó a que fueran formando unas curvaturas o volutas en sus extremos. Calímaco, al pasar delante de este sepulcro quedó gratamente sorprendido por esta original forma de las hojas e imitó este modelo…

El capitel tiene en su forma perfecta, dos hileras de ocho hojas de acanto. De la parte más alta, salen tallos que terminan en volutas o hélices. Ésas soportan el ábaco (losa superior) que característicamente tiene cuatro caras cóncavas. En el centro de cada lado hay un antemiyon (motivo de madreselva).

Ad astra per aspera. (Por el sendero áspero, a las estrellas).

El capitel tiene en su forma perfecta, dos hileras de ocho hojas de acanto. De la parte más alta, salen tallos que terminan en volutas o hélices. Ésas soportan el ábaco (losa superior) que característicamente tiene cuatro caras cóncavas. En el centro de cada lado hay un "antemiyon" (palmeta).